Cómo poder darte caprichos sin cargarte tu dieta.

Y algo que seguro nunca dirías de mi.

Hoy te voy a confesar un secreto.

Cualquiera que me siga en redes sociales jamás pensaría que yo hago estas cosas.

Pero las hago, puedes creerme, las hago. Y además desde hace muchos años.

Y sin ningún tipo de remordimiento.

Los sábados por la noche por ejemplo (ahora que ya no salgo como solía salir hace años), vemos alguna peli mítica por la noche.

Muchas veces son pelis antiguas, u ochenteras, o cualquier saga legendaria que nos guste de toda la vida. Que igual la hemos visto mil veces, pero nos da exactamente igual.

Tengo suerte porque tanto a mi mujer como a mi, nos gusta el mismo tipo de cine.

De hecho creo que fue algo que nos unió más desde el principio.

Pero bueno, que no me lío, sigo a lo que iba.

El caso es que la tradición es comer “chucherías” saladas (sí chucherías, tipo riskettos, gusanitos, palomitas y todo ese tipo de paquetes, bolas de queso, etc…). Y luego “de postre” me comía tan pancho una tarrina de helado de medio litro (o de litro), tipo Ben & Jerry´s o similar, de una sentada.

O sea, una barbaridad, lo sé.

Es cierto que ya los helados, que era algo que me hacía sentirme fatal al día siguiente, los he terminado por cortar. Más por ese motivo de niebla mental al día siguiente, que por remordimiento de las calorías.

Pero los paquetes de chucherías saladas y los puddings de caramelo (altos en proteína eso sí) que me encantan, los sigo manteniendo.

¿Y porqué te cuento esto hoy? Podrás pensar que estoy loco.

Y puede que algo sí que lo esté… pero dentro de mi “locura” hay estrategia.

Engañar a tu dieta puede ser un suicidio… o puede ser tu mejor estrategia.

Todo depende de cómo lo hagas.

Si lo usas como excusa para ponerte ciego de ultraprocesados, te vas a la mierda.
Pero si lo entiendes como herramienta, puede darte justo lo que necesitas para ser constante, flexible y mantener resultados de por vida.

El problema es que la mayoría piensa que comer bien es una guerra sin descanso. Que si comes una pizza un viernes, ya lo has arruinado todo. Y esa mentalidad de “todo o nada” es lo que los hace fracasar una y otra vez.

Hoy quiero mostrarte otra perspectiva.
No la de la perfección imposible, sino la de la estrategia inteligente.

Aquí tienes las 5 razones por las que “hacer trampa”, o lo que es lo mismo, darte un capricho con tu comida, bien hecho puede ayudarte

y los 10 mandamientos para hacerlo sin cargarte tu progreso.

Los 5 beneficios de darte un capricho en tu dieta.

1. Te da un respiro mental.
Hacer dieta agota. No solo al cuerpo, también a la cabeza.
Cuando todos tus días son medir, planificar, rechazar tentaciones… tu fuerza de voluntad se desgasta.

Un capricho planificado es como una válvula de escape: te relaja, te premia y evita que tires la toalla.
De hecho, hay estudios que muestran que la gente que incluye comidas libres de forma estratégica mantiene la adherencia más tiempo.
No porque esas comidas quemen grasa, sino porque ayudan a la mente a seguir en el juego.

2. Dominas los antojos.
Cuando algo está prohibido, tu cerebro lo desea más.
Es pura psicología: el efecto “no puedes tenerlo” dispara las ganas.

Un capricho inteligente es como darle al cerebro una tregua. Te das el gusto, lo disfrutas y reduces la intensidad del antojo.
El resultado: menos atracones y más control el resto de la semana.

3. Previene la fatiga de dieta.
Estar siempre pensando en qué comer es agotador.
Tu cerebro tiene un límite de decisiones diarias, y si todo el rato piensas en macros y calorías, la fatiga llega antes.

Un capricho hace que, durante unas horas, no tengas que preocuparte por nada.
Ese “reset mental” no solo alivia, sino que te permite volver con más frescura y disciplina.

4. Reinicia tus hormonas del hambre.
Aquí entramos en la parte fisiológica.
Cuando llevas mucho tiempo en déficit calórico, tu cuerpo produce menos leptina (la hormona de la saciedad).
Menos leptina = más hambre + metabolismo más lento.

Un capricho alto en carbohidratos le da a la leptina un empujón temporal.
No es magia, pero sí una señal que le dice a tu cuerpo: “tranquilo, no estamos muriendo de hambre”.
Y eso ayuda a mantener el plan sin sentir que todo es cuesta arriba.

5. Protege tu metabolismo.
Dietar demasiado tiempo tiene un precio: la tiroides puede bajar revoluciones, tu T3 disminuye y quemas menos calorías en reposo.

Un capricho con más energía (sobre todo carbohidratos complejos) actúa como un pequeño recordatorio para tu metabolismo: sigue funcionando.
Ese empujón puede marcar la diferencia entre estancarte o seguir progresando.

⚠️ Los 10 mandamientos del capricho.

Aquí es donde mucha gente se equivoca.
Un capricho no es barra libre ni licencia para perder el control.
Por eso lo pongo en forma de mandamientos: porque si los cumples, funcionan.

1. Siempre cumple tu proteína.
El objetivo diario de proteína no se negocia. Incluso en tu comida libre, asegúrate de meter proteína de calidad.

2. No es un cheat day, es un cheat meal.
Una comida, no 24 horas de desenfreno. Acaba ahí.

3. Olvida el todo o nada.
Una comida no arruina nada… a menos que la uses como excusa para mandarlo todo al carajo.

4. No juegues con tu kryptonita.
Si hay un alimento con el que pierdes el control absoluto, no lo uses como capricho.

5. No conviertas esto en glotonería.
Olvídate de buffets libres y retos absurdos de comida. Un capricho es un respiro, no un atracón.

6. Planifica.
Los mejores momentos: después de entrenar, en una ocasión social o en la cena. Decide antes, no improvises.

7. Sé consciente de lo que comes.
Aunque sea un capricho, cuéntalo en tu app o al menos tenlo en mente. Comer sin consciencia es la forma más rápida de sabotearte.

8. Entrena antes.
Llegar con los músculos activos y sensibles a la insulina hace que esa comida se procese mucho mejor.

9. Cuida la composición.
Lo ideal: 60–65% carbohidratos, 20–25% proteína, 10–15% grasas. Así maximizas energía y control hormonal.

10. No te asustes por la báscula.
Tras un capricho subirás 1–2 kilos de agua y glucógeno. En 2–3 días desaparecen. No es grasa.

El lado oscuro

No hay atajos gratis.
Una trampa o capricho, mal usado puede abrir la puerta a atracones y a perder el control.

Por eso digo que es un movimiento de cinturón negro: necesitas haber practicado antes las bases.
Si aún no tienes hábitos sólidos, empieza por ahí.

La trampa funciona cuando sabes jugar.

Conclusión.

Lo más importante que he aprendido es que la dieta perfecta no existe.
Creer que sí es lo que hunde a la mayoría: el “todo o nada” mata más resultados que el azúcar.

Engañar a tu dieta, cuando lo haces con cabeza, es justo lo contrario:
te recuerda que no necesitas ser perfecto, solo constante.

Y la constancia es la que transforma tu cuerpo y tu vida.

Pero tampoco te pases eh… 😄

¡Nos leemos el miércoles! Y cualquier duda respóndeme este correo.

Abrazo,
Hugo NOgymNOlimits